Es al final de la pandemia. Quiero escribir sobre mi última instalación después de cuarenta años de estabilidad en la mudanza. Sobre cómo nos hicimos de esas tierras, pero no sólo de eso. También me gustaría hablar de los perros. En esos meses Bruto y Camila, después de volver a casa por los últimos siete, ocho años, se desvanecen. Bruto ya no sale más que hasta las seis esquinas, por la diagonal se ve lejos. Encara su ocaso. Camila se va sola. Un día se pierde, aparece más tarde en una casa a dos kilómetros de la nuestra. Al mes, es fin de la temporada, vuelve a perderse. Anda sola, tal vez se la hayan llevado los últimos turistas. Tal vez haya muerto atropellada. Tal vez la cansamos y se fue a otra casa.

A medida que escribo el duelo se vuelve crónica de la convivencia, la promesa del fin de la mudanza se convierte en un relato sobre la amistad, el amor y la desertificación de lo común. Me desoriento un poco. La vida brota simbionte con la megalomanía y la desesperación.

La danza de la vaca

NOVELA, OFICINA PERAMBULANTE, 2025. 7x10, 172 pp.